lunes, 14 de mayo de 2012

Silenciosa dedicatoria

... me dirijo a la caja a pagar mi compra, pensando en cuál puede ser más rápida por la eficiencia de la cajera (ya que muchas veces el "súper" al que yo voy las cajeras son muy, pero que muy pésimas), estando ya en ella, en mi caduca espera y adolescente pérdida de tiempo, miro hacia el frente y ahí te veo...
Con tu ropa de trabajo azul marino con el emblema de "ranstad"; mirada perdida, triste, sin final, como si no tuviese un objetivo donde quedarse, siempre mirando. He oído que las miradas pueden llegar a atravesar a las personas, este no es el caso, esta mirada te hace estremecerte del vacío que desprende, de la sequedad que rebosa en su mirada. Y  aún así siempre lo miro, como expectante de que algún día un pequeño halo de luz, de alegría, de sentido saliera de su mirada.
Pero, ¡cómo hablarles de alguien sin describirlo!, perdón; su talante pequeño, lo hace más miserable aún de lo que parece, su delgadez hace que la pena recorra tu cuerpo y tu mente cada vez que lo observas, una persona blanca, más que eso, pálida, cuasi blanquecina; vamos que todo su conjunto hace que sea una persona que pase inadvertida para quien "va a lo que va" y no se fija en todo lo que le rodea.
Ha habido días en los que he seguido su parsimonioso camino, sus idas y venidas con la habitual compra de los  queridísimos clientes. Cruza la calle con paso triste, pero tranquilo, un paso que arrastra muchas cargas, muchos pesares, mucha "mierda", pasa en medio de la gente, y a pesar de su carga, nadie lo mira,nadie repara en que es una carga que a simple vista se le puede hacer imposible (por su forma física, más que nada). Antes de cada salida, de cada reparto, saca su cajetilla de "coronas" enciende uno, y hace que viaje en el tiempo y vea al magnífico Humphrey Bogart.

Parece una persona esquiva, sin sonrisa pero educado, invisible y silencioso, pero hoy he hecho honor a ti, pequeño gran hombre, al igual que tú, te escribo una silenciosa dedicatoria...

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